Un voto, por favor… ¿En cono o en vaso?
Con el inicio de las campañas electorales en el Estado de México el ambiente político empieza a calentar motores con las encuestas. Muchos esperan escuchar los resultados y, en su caso, “celebrar” con anterioridad una posible victoria.
Pero las encuestas, y eso lo sabemos muy bien quienes las hacemos, son una medición que si bien nos da un panorama para saber qué puede ocurrir no deben establecerse como verdades absolutas.
Lo que las encuestas nos dicen va mucho más allá de un simple resultado de quién ganará; en ellas, se miden muchos factores que nos permiten plantear estrategias para cambiar el rumbo y reenfocar o para afianzar lo que se viene haciendo.
Hoy te quiero hablar, de la manera más sencilla posible, de dos factores que suelen confundirse cuando de publicar encuestas se trata. Los verdaderos profesionales de los sondeos de opinión no buscan confundir, sino informar; y no importa si eso beneficia o no a algún candidato. Quien tiene qué preocuparse si no va a la cabeza, es el candidato.
De los conceptos que quiero hablarte son:
- Intención de voto
- Estimación de voto
La confusión deviene precisamente de lo parecido que son porque ambos arrojan un porcentaje, pero cuando se ve que los números no coinciden uno empieza a pensar que, entonces, algo falló, que hay trampa en la encuesta, que hay gato encerrado, pues.
Pero no: no hay ningún gato; lo que sí hay es un dato, pero que tiene diferente origen, y a eso quiero llegar:
La intención de voto es la respuesta simple y directa que los encuestados dan cuando se les pregunta por qué candidato o por cuál partido votarán en los comicios. Para hacer un símil, diremos que es como preguntarle, con las debidas proporciones, de qué sabor te gusta el helado.
La respuesta es muy simple ¿no? De fresa, de mango de guanábana, de pitahaya… Pero en el caso de las encuestas electorales la intención de voto generalmente responde a la pregunta: “Si hoy fueran las elecciones ¿por quién votaría?
En el caso de la estimación del voto, además de preguntar por quién votaría a los potenciales electorales, se le suman a los demás encuestados que no ha respondido claramente a la pregunta, es decir, los indecisos, los que no saben, los que no contestan.
Por supuesto que no se sabe por quién votarán, pero es ahí donde la encuesta es “hábil” para tomar en cuenta las respuestas del encuestado a otras preguntas que permiten hacer una inferencia, y se cruzan con otros datos estadísticos como, por ejemplo, qué porcentaje de indecisos votó, en la elección anterior, por un partido o candidato específico.
En el caso de los helados, la estimación me permite conocer una posibilidad de que si no sabes qué helado vas a escoger hoy puedas, determinado día, escoger fresa o mango. Lo que busca la estimación es incluir al 100 por ciento de los potenciales electores y, como su nombre lo dice, estimar cuántos de esos votos llevaría un candidato.